La población juntaba lo poco que tenía para comprar cada número de la revista e intentar reconocer en el papel couché el recorte de la propia piel o la de algún familiar o vecino, tal vez una forma de tener de vuelta el centímetro vacío.
Al principio, el Estado daba un pebete, un mate cocido y un pañuelo con agua oxigenada para aliviar el trauma. Después, una extensa campaña publicitaria acabó con los alicientes y la donación pasó a ser simplemente un acto de patriotismo puro.
Don Regio nunca usaba dos veces el mismo tapado: los metales preciosos eran separados y el resto era incinerado después de cada sesión y vendido en el mercado negro como cenizina, una especie de cocaína oscura muy popular en los estratos más bajos de la sociedad, usada para curar el hambre, la sed y el cansancio general.
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