SOLTÁ EL BRILLO, SOLTÁ LA BELLEZA

Un día, a partir de cierto día, el tiempo nos viene a apurar mal. Todo lo que nos pertenecía lo tenemos que soltar, de a poquito, porque atrás vienen otros que lo precisan. Como si hubiese una cantidad limitada de juventud a repartir entre todos los mortales.
No hay pausa en el proceso; cada minuto, el guacho nos hace la vida de a gotitas, chafiándonos lo que nos resta de poder, birlándonos lo que tenemos de más precioso. Como en arenas movedizas que cuanto más pataleás, peor te va, hay que dejarse llevar, nuestro destino es uno solo.
Otrora, adolescentes que éramos, embriagados por los posters de Bon Jovi, el recuento de granos y el olor a pedo de hamburguesa, nunca nos hubiéramos imaginado arañando desesperadamente lo que nos queda, no para no irnos, sino para que sea digno y para que alguien se acuerde de nuestro paso. Qué triste.