FÁBULA DEL CHOLO Y CIERTO ANIMAL

Viajóse Cholo a Salta, y en un tour encontróse con un guanaco (¿o sería una llama? Bueh…) que le dijo “Cholo… Cholo… ¡Cholo, eh!”. Dióse vuelta Cholo, y al ver a la criatura llamando su nombre, y al pensar que el pelo estábale tomando (para él, las llamas no conocen la gracia de los turistas, y mucho menos hablan), un puntapié dióle en el anca y el bicho retobóse un poco y ya se le iba al humo con un escupitajo en los labios, cuando un guardia del parque nacional lo agarró del pescuezo lanudo (si era una llama) y le susurró unas palabritas al oído. Parado en su lugar, pero ciego de odio ¿no va el animal y le lanza una maldición al Cholo? Primero lo reputeó bien reputeado, lindo lo reputeó, después le dijo: “Y vas a ver, cuando vuelvas a tu ciudad te vas a cagar de infeliz, de infeliz te vas a cagar, hijunagranputa, primero por pegarle a un animal en peligro de extinción, que no te hizo nada, pedazo de bosta malcagada, hoy te salvaste pero…” y llamó a todos los demonios incas y mayas, pero el Cholo ya se había subido a la combi y no escuchó el resto, primero porque estaba en quechua, y en un quechua aguanacado, imaginate, además la perorata duró como media hora, y a esa altura ya estaban en las ruinas de Cachagasta.

Volvió el Cholo de Salta (casi pongo “Vino Blanco de Mendoza”) y nada pasóle de diferente durante, digamos, una semanita. Un día salió de casa, como siempre, se tomó el bondi para ir al laburo, apoyó la cabeza en la ventanilla un cacho para ver si dormía, durmió unos minutos, desapoyó el mate, miró para afuera, se rascó la pierna, pensó en el cafecito con medialunas de grasa que se iba a tomar en la oficina y le vino un poco de saliva a la boca, que se dispuso a tragar cuando la imagen de la llama le vino como en un flash, su cabeza erguida, las orejotas, el hocico gracioso, sus pestañas curvas y sus ojos… sus ojos, otrora pacíficos, desde hoy y para siempre poyectaban su maldición: en el momento que la saliva del Cholo estaba en el punto de no retorno, todavía bañando la boca pero deslizándose hacia la parte de atrás en dirección a la laringe o como se llame, ve por la ventanilla a un joven con un buzo Adidas garceando un lindo, verde o tirando a amarillito garso, vivo y reluciente a la luz de esa mañana de marzo que fue el primero de los muchos marzos y abriles y mayos que el Cholo no pudo tragar su saliva, su propia saliva en paz sin tener que presenciar de alguna forma a alguien escupiendo al mismísimo tiempo, revolviéndole el estómago hasta el fin de sus días.

Moraleja: Si vas a Salta, tomate un vino y dejate de joderlo al guanaco que no está ahí para eso.