EL DÍA QUE PACHA MAMA DIGA “EL INFIERNO SOY YO”

Ese día, las almas de los pingüinos empetrolados volverán al mundo material y juntarán a los humanos en corrales donde se les insertarán por el ano, uno a uno y sin interrupción todos los tenedores de plástico, cucharitas, vasitos de tergopol, tetras vacíos, bolsitas de supermercado usadas en vano, chicles, pilas da varios tamaños, un teléfono de baquelita del año 36, los suplementos de los diarios que tiraste sin leer, chapitas de gaseosa y otros items contaminantes; todo esto EN VIDA, ya que no se trata de un infierno en el sentido religioso de la palabra, sino de una rebelión natural, del coletazo de un bicho herido y ultrajado que ya no se conforma con que todo vuelva a ser como antes, y quiere venganza.
Después de ese período de transición, los humanos serán libertados y usarán pañales (de los que se lavan) por cien millones de años hasta que Charles Darwin se encargue de cerrarles el culo nuevamente.

CARNE SOBRE CARNE

Su cuerpo rebotaba convulsivamente, tal vez no de placer y sí porque la media res estaba más que congelada y quemábale la piel. Luego de que Ricardo saciara su furia sexual, Carmencita hizo su pedido: “Marcame”. Entonces, el carnicero sumergió su miembro en el balde de tinta violeta, le dijo “date vuelta” y procedió a ponerle su marca, una R y una C subrayadas. Las sopló un poco y les echó viento con una planilla ensangrentada. Las apretó con el dedo para ver si se le pegaba el violeta: se habían secado. Carmencita era una chica RC.