SÚPERSTICIÓN

Desde que recibió sus poderes, Gabriel evita pronunciar cualquier palabra. Tiene para él que alguna combinación de ellas (que no le es dada conocer) desate el comienzo del fin del mundo o alguna catástrofe mayor. Pasa sus días entre mudo y silente combatiendo a un enemigo que no calla, la voz que le dice “Si hablás, se pudre todo”.

TODO POR 1,99

Celina y Rafael se conocieron a través de un billete de dos pesos. En una tarde de abril, Rafael había soltado el pedazo de papel moneda en un kiosko de la calle Boyacá, con una sonrisa inmune a la indiferencia con que el tipo que lo atendió lo puso en la caja junto a los otros papeles azules. Impávidamente seguro de que volvería a sus manos acompañado por su alma gemela, volvió a su casa con los alfajores en el bolsillo de la campera.
Siete semanas después, en una carnicería de Barracas, el vuelto del vacío y los chorizos, viaja, imperceptiblemente ensangrentado, hasta las manos de Marta, que siente por primera vez en su vida, un escalofrío singular.
Marta es la hermana de Celina, su confidente, su apoyo en las horas difíciles, su eterno ejemplo de vida.
-¡Tomá tus dos pesos, la puta que te parió!
-No te estaba pidiendo los dos pesos, Marta, vos nunca me entendés…
-¿Pero vos qué te pensabas, que me los quería guardar?
-Es que hoy tengo que ir al centro, y le pagué al sodero…
Marta levanta la mano como una muralla, una mano que pesa más que ochocientos cincuenta elefantes de la India, o setecientos de África. Celina se va, conteniendo la rabia que ahora siente por Marta, su confidente, su apoyo en las horas difíciles, su eterno ejemplo de vida…
“¡De acá me vas a robar el macho, turra!” dijo, y se fue a pie hasta La Paternal.