ABROCHADO

Resulta que después de más de mil años de no tener obra social, (uuuh, dirán ustedes, ahí viene otro a quejarse de que no le reintegraron los 100 mangos del examen de próstata… no es eso, además todavía no cumplí 40 y dejame hablar, no me toques temas delicados…), después de algunas (pocas, graciadió) visitas a salas de espera de hospitales públicos, que como podrán suponer, son enormes y con lugar para unos 300 enfermos, siendo que hay 5 consultorios de 2x2 donde te despachan como por un caño sin siquiera meterte un dedo en el culo, ni mucho menos mirarte si tenés el ojo blanco o amarillo, o las amígdalas rojas o verdes, bueh… che, avisenmé si divago o si pongo muchos paréntesis, o algo. Ah, ¿sigo? Sigo…

Bueno, se imaginan que le estoy sacando el jugo como los mejores: me hago atender lunes, miércoles y viernes la psique y martes y jueves el corpore, porque a pesar de que la salud de uno es de fierro, siempre hay un óxido en un costadete, unas limaduras aquí y allá, bueh… basta de boludeces:

MI DERMATÓLOGA ME GARCA

Una vez me fui a tratar un tema que me había salido (no viene al caso), me dio una pila de remedios, me tomé los más grosos y dejé los jaboncitos y las cremitas de lado, después de todo estaba saliendo de vacaciones, masa la dotora, maasa, me extirpó en su momento como 150 mangos, medio de favor, pero me curó, me fui a la playita y me olvidé del tema. Me quedó ese cariño, o mejor, ese reconocimiento: la tipa te cura. Hace unos meses se me empezó a pudrir una uña (y bueno, no les puedo ocultar todo, la estiro hasta donde da…), después la de al lado y después una del otro pie. Junté esa y otras podredumbres del cuerpo y del alma, más la guita para la cuota mensual, y me hice la obra social. Hasta ahí todo bien, otro rata queriéndose asomar al mundo burgués.

Agendo una consulta, espero como un mes. Llego al consultorio, espero cuatro (cuatro) horitas, me mira los quesos, me receta unos remedios, unos jaboncitos, unas cremerlis. Me da una muestra gratis para pasarme entre los dedos (la gran dealer), y me recomienda una farmacia de fórmulas magistrales muy buena. Muy buena. Listo, me llevo la dirección, gracias, después mando a hacer la loción de las uñas donde voy siempre, que me queda de paso y son grosos y hay unas minitas. Nota mental: parezco un jubilado en la cola del banco, hablando de sabañones y de hernias. Addendum: También soy conservador y pajero por partida doble.

Como el tratamiento tarda un poco (a todo esto, disculpen si están comiendo), cada mes vuelvo para que me vea y me haga la receta. A la segunda vez, me pregunta si hice la loción donde me había recomendado. Le expliqué que era un viejo cliente del laboratorio TAL, que me quedaba cerca del laburo, etc, a lo cual me preguntó dónde vivía, y me marcó en el panfleto del laboratorio KUAL dos direcciones cercanas a mi domicillo, y no sólo eso, sino que me habló PESTES de TAL, un reconocido laboratorio, que ya dije que me gusta ir allá, cuál es, me gusta…

Me vine medio caliente y calculando cuánto levantaba por mes esa turra con las benditas pomadas, y si valía la pena hacerme médico para aprovechar el filón. Al mes siguiente (ayer)…

VIERNES, 3 PM

Ya no tenía muchas ganas de ir pero necesitaba la receta para revertir el proceso de quasiquesificación de la uña. Comí algo delante del Mozilla, me quedé boludeando un rato en Muy Frutal (¿o era en lo de Ariel Blanco, o en La Loca de Mierda, o en Marcas Pedorras? ¿o en todos?), me tomé de muy mala gana el subte y me dirigí a la Fabulosa Máquina de Hacer Dinero de la Doctora Dora. Como llegué atrasado, la secretaria me dijo que, como llegué atrasado, la Doctora llamó y dijo que se demoraría unos minutos haciendo no sé qué cosa, y que por favor la esperara, que le diera el carnet de la obra social y me pasara al otro lado de su coqueto mostrador de acrílico en L, porque le dolía el cuello. Para esto, debí pedirle permiso a un señor alto que estaba llegando también, y que gentilmente se hizo a un lado y se dió los cuernos contra el soporte del televisor de la sala. Con el carnet en manos, la aprendiz de señorita Topisto me preguntó el nombre y lo buscó en su pantalla LCD. “Puede sentarse, tome, se lo devuelvo”. Gracias.

Al acercarme a los sillones, veo que el único paciente soy yo, y que hay un visitador médico de unos 50 años, muy galán, contándole a otras dos visitadoras médicas de 30 y pico bastante potables (una bastantebastante más que la otra) que no se teñía el pelo, que todos le preguntaban con qué se lo teñía, que él respondía y demostraba que no lo hacía y que era descendiente de italianos y de indios, y que su pentabuela tenía 100 años y los cabellos negros, y que…

Me tomo un agüita, no puedo creer que estoy acá. Resisto un poco la tentación de mirarle la cara al ñato y las caras y los gestos de atención aparentemente genuinos de sus satélites con gomas y maletines llenos de veneno. Como la cosa tardaba, y yo ya veía que me iba a tentar o algo, miré por la ventana y pensé en otra cosa. Pensé hasta en manotear una Caras que había en una mesita al lado cuando por la puerta entró un gordo de rulos con la camiseta de Manowar y un olor a Parisiennes que volteaba, era lo único que me faltaba. Por suerte, segundos atrás de él, surgió la figura retacona pero imponente, pañoleta de seda en cuello, de la Doctora Dora Seguí de Currando (ok, el nombre es parte del 1% ficticio de esta historia).

Dijo buenas tardes y llamó a sus secretarias al consultorio, era el cambio de turno. A través de la puerta abierta podía oírse el clima de reunión cumbre. Al rato, la saliente (la del cogote duro), y la entrante se repartieron unas tareas de mala gana, se dieron un besito en el aire y se despidieron hasta la semana que viene. Diganmé si se está alargando mucho, no estoy queriendo batir un record ni nada, claro que Tato Bores a esta altura ya se habría desmayado. Bueno, olvídense de las secretarias, en la versión redux no sale.

Al minuto, soy llamado por mi nombre, o a mí por lo menos me pareció porque la cháchara del tipo este de al lado ya había atravesado continentes y generaciones, filosofías, accidentes de navíos cargueros, críticas al gobierno, todo en un volumen cada vez más alto y más altamente coreado por las dos milfis al grito de “¡increíble, mire usted cómo son las cosas!” y “¡ojála que mi novio llegue a los 50 así!”, y aunque no estaba seguro, rumbié padentro del consultorio y me le senté a doña Dora con las llantas desatadas mientras terminaba de atender su teléfono.

Al terminar, me reprochó:

-“Llegaste MUY atrasado hoy”.

-Sí, tuve unos…

-A ver como sigue el pie…

-Ta mejorando…

-Sisí. Te voy a pasar otra tanda del remedio. La vas a tomar 7 dias y descansás 21.

-Ok.

-Y una pomada de silicona para que no se te resequen los pies.

-¿?

-Te la vas a pasar todos los días. Los pacientes andan diciendo que la comprada es MUY CARA, pero la podés mandar a hacer.


¿Pomada de silicona? ¿No será para las tetas? ¿Qué quiere de mí esta mujer?

-Esto te va a proteger la piel. Yo la uso siempre. No porque le tenga asco a mis pacientes ni nada de eso, es porque me forma una película contra la sequedad, sansabaransansarundio…

-Ajá. Sí, entiendo… Sí, sí. Claro… Bueno…

-¿Hiciste el otro remedio donde te mandé?
-No, al final…
-Mirá que son muy buenos. Hay un montón de laboratorios que hacen todo mal, todo mal hacen. Por ahí, tomás un remedio que es para hacerte bien y te va peor, eh…
-Sí, hasta los de multinacionales, hubo casos que…

-Por eesooo, vos andate acá… ¿dónde me pusieron los papeles estas chicas?
-Yo tengo las direcciones, eh, usted me dio el panfleto ese la vez…

-Acá, mirá, ¿sabés qué vamos a hacer?

La miré… Me miró… Achinamos los ojos un poquito. Yo, en desconfianza. Ella, en una inocente $educción bien ensayada. Solté la mueca de recelo y le entregué la receta que ya tenía en la mano.

¡CLAC!

-Listo, así te lo llevas…

-…abrochado.

-Eso, hasta la próxima. Después tenemos que ver esos lunares.

Me extiende la mano como si nada, le agradezco su atención y me pide que vuelva el mes que viene, que lo vea con la chica en la recepción. Me olvidé. Salí sin agendar la próxima consulta, sólo atiné a llevarme la campera, a cruzar la puerta del consultorio, la sala de espera, el palier, la puerta del ascensor, la otra puerta del ascensor, la puerta del edificio, y vagué, vagué hasta las ocho y media cuando las luces del tráfico se me borronearon un poco, y no me acuerdo de más nada. Dicen que ese día trabajé un poco, saludé a vecinos y al encargado, comí pizza con mi esposa y hasta le hice el amor. Y que pasé por dos farmacias cerca de mi casa.

FÁBULA DEL CHOLO Y CIERTO ANIMAL

Viajóse Cholo a Salta, y en un tour encontróse con un guanaco (¿o sería una llama? Bueh…) que le dijo “Cholo… Cholo… ¡Cholo, eh!”. Dióse vuelta Cholo, y al ver a la criatura llamando su nombre, y al pensar que el pelo estábale tomando (para él, las llamas no conocen la gracia de los turistas, y mucho menos hablan), un puntapié dióle en el anca y el bicho retobóse un poco y ya se le iba al humo con un escupitajo en los labios, cuando un guardia del parque nacional lo agarró del pescuezo lanudo (si era una llama) y le susurró unas palabritas al oído. Parado en su lugar, pero ciego de odio ¿no va el animal y le lanza una maldición al Cholo? Primero lo reputeó bien reputeado, lindo lo reputeó, después le dijo: “Y vas a ver, cuando vuelvas a tu ciudad te vas a cagar de infeliz, de infeliz te vas a cagar, hijunagranputa, primero por pegarle a un animal en peligro de extinción, que no te hizo nada, pedazo de bosta malcagada, hoy te salvaste pero…” y llamó a todos los demonios incas y mayas, pero el Cholo ya se había subido a la combi y no escuchó el resto, primero porque estaba en quechua, y en un quechua aguanacado, imaginate, además la perorata duró como media hora, y a esa altura ya estaban en las ruinas de Cachagasta.

Volvió el Cholo de Salta (casi pongo “Vino Blanco de Mendoza”) y nada pasóle de diferente durante, digamos, una semanita. Un día salió de casa, como siempre, se tomó el bondi para ir al laburo, apoyó la cabeza en la ventanilla un cacho para ver si dormía, durmió unos minutos, desapoyó el mate, miró para afuera, se rascó la pierna, pensó en el cafecito con medialunas de grasa que se iba a tomar en la oficina y le vino un poco de saliva a la boca, que se dispuso a tragar cuando la imagen de la llama le vino como en un flash, su cabeza erguida, las orejotas, el hocico gracioso, sus pestañas curvas y sus ojos… sus ojos, otrora pacíficos, desde hoy y para siempre poyectaban su maldición: en el momento que la saliva del Cholo estaba en el punto de no retorno, todavía bañando la boca pero deslizándose hacia la parte de atrás en dirección a la laringe o como se llame, ve por la ventanilla a un joven con un buzo Adidas garceando un lindo, verde o tirando a amarillito garso, vivo y reluciente a la luz de esa mañana de marzo que fue el primero de los muchos marzos y abriles y mayos que el Cholo no pudo tragar su saliva, su propia saliva en paz sin tener que presenciar de alguna forma a alguien escupiendo al mismísimo tiempo, revolviéndole el estómago hasta el fin de sus días.

Moraleja: Si vas a Salta, tomate un vino y dejate de joderlo al guanaco que no está ahí para eso.