UN ALIENTO

Después de ponerte redelacuquex el 31, de abrazar a todo el mundo y desearles la mejor, tirar cañitas y escuchar los enganchados de los Decadentes en la radio, después de todo eso, cuando te despiertes en el parquet pegoteado de sidra, rodeado de restos de pollo y aceitunas a medio comer, acordate: el sueño terminó, ya es 2009.

BANCAME UN TOQUE

…y casi todos los días voy a hacer el examen. Y sí, es un viejo amigo de la familia. Fue médico de cabecera de mis papás, de mis tios… es un capo. Cuando todavía existía el médico de cabecera, ¿no? Está con mal de Parkinson ahora, pobre. Sí, ya sé que una vez por año basta, pero me da no sé qué, aparte el consultorio queda a dos cuadras de mi casa. No, no me cobra nada, ni los guantes de látex. Es buen médico, eh, de los de antes… y de confianza. ¿Te paso el teléfono? Ah… Tabién. Cualquier cosa avisame, atiende acá por Flores, pero si querés va a domicilio también. Listo, listo… Yo decía por si querías alguien de confianza. Bueno, bueno… Nos vemos Julio, chau, saludos, eh, chau, chau.

EXTRA BALL

Descubrí que estas páginas son para mí una suerte de auto-autoayuda. Ni hace falta que me lean más. Acá es mi diván. Todo lo que me aqueja lo catartizaré sin reservas. Es más barato, y secretamente siempre quise ver al Lic. Goldman juntando cartones. Porque una vez le conté algo íntimo de mi ser y medio que se tuvo que aguantar la risa. Él se cree que no lo vi.

Ando precisando una dosis extra de testosterona. Sí, una que me ayude a enfrentar las vicitudes de la vida, que me agruese la voz, me haga crecer mucho pelo y músculo por todos lados y me aguce la vista para cazar los mejores culos, las mejores conchas y las mejores tetas.
Por eso, una de las tres cosas que le pediría al genio de la lámpara sería un tercer testículo. Nada demasiado farolero, ni siquiera tendría que ser compañero de los otros dos; podría salirme, ponele, en la pantorrilla, o atrás de la oreja. Lo deveras importante sería que bombeara hormonas masculinas 24 horas, a rabiar.

Lo malo es que las lámparas de aladino no abundan en este Buenos Aires gris y cansado. Me paso las tardes frente a las pizzerías de Constitución para ver si entre las chapitas incrustadas en el asfalto se han olvidado alguna. A veces me sorprendo, en cuatro, frotando algún pedazo de metal que se les parezca. Sé, porque me lo han dicho, que algunos colectiveros ansían durante todo el recorrido llegar a la estación, sólo para ver si me embocan cuando estoy con el culo para arriba. Hasta ahora, no ha sucedido ni lo uno, ni lo otro.

Podría revisar mi carpeta de spam, y ver si alguno que se llama Rempick S. Holmes me ofrece uno a buen precio. Podría transplantármelo, ahora las cirugías son tan accesibles… Pero debe doler, y la gente sabría, tarde o temprano, que no es original de fábrica. Podría ser un buen niño lo que resta del año y pedírselo a Santa Claus para Navidad, aunque no debe ser tan fácil de conseguir allá en el Polo Norte, y si para el 24 a las doce menos diez el tío todavía no lo consiguió, puedo terminar mis días con un huevo de reno en mis entrañas. Mala idea.

Mientras el genio no se me aparece entre humos y centellas, voy probando con algunas cosas: fumar negros y tomar mucha ginebra y café frío sin azúcar, tener un flete, hombrear bolsas en el puerto, trabajar en una carnicería, tomar unos vinos con Iorio.

Sé que algún día mi nuevo amigo llegará, y seremos felices para siempre, siempre juntos, aliados, conectados, listos para todo, y a partir de ese día no habrá más temor, ni dudas, ni cansancio, ni dolor.

Letra pequeña:
Bueno, dolor por ahí sí, imaginate, si te duelen DOS huevos, TRES debe ser pior.