AL QUE MADRUGA...

Estaba oscuro como nunca, lo confieso. Jamás vi una oscuridad como esa y le pedí con urgencia que dejara entrar un poco de luz. La persiana (según ella) ya estaba caliente por el sol, debían ser las nueve, o más. La vi volver a la cama y parecía medir más de dos metros, o su departamento era tan pequeño. Se me sentó encima y me contó sus planes para ese día, y para el próximo fin de semana.
Prendí un pucho y la televisión mientras se bañaba, y los apagué a continuación. Me quedé pensando en cosas que tenía que hacer y en cómo me quedé dormido como un gil. Mientras se secaba el pelo, no pude evitar notar las estrías en sus piernas y un lunar que, por lo menos anoche, no parecía tan peludo.
-¡Dale Cristian, ponete las pilas!
No sé cómo se lo digo…

No hay comentarios.: