NIRVANA

Deben ser las dos y media. El sol de otoño ya empieza a bajar. Veo a Luciana que pestañea cada tanto, como un gato al sol. Estoy en el otro sillón, otro gato. Gordo, capado. No hay pensamientos más allá de esto. No hay fuego ni ambición. No hay hambre, dolor, pendencias, trámites por hacer. La vida es acá. No hay radio; la tevé y otros azotes no se inventaron, el teléfono no llega. No hay otros, ni yo ni ella. Hay la vida. El solcito tibio. La vida… pura. Ni fría y oscura, ni inasible de tan brillante. Una luz a través de la cortina.

No hay comentarios.: