EN LA CALLE

No soñé con el ruido fantasmagórico de escaleras mecánicas toda la noche, estuve ahí. Uno de los tubos fluorescentes parpadeó encima mío todo ese tiempo, no me lo imaginé. Alguien que luego se escapó dejó un sánguche al lado de mi cuerpo; un pequeño gran gesto, sin dudas, pero innecesario. Lo doné.
La voz en mi cabeza es la mía, pero sin el acento extraño. Me dice que vuelva a la pensión a juntar mis cosas (mis cosas… una radio a pilas, un cuaderno, una toalla), que vaya al baño y lea “aprete despasio” por última vez.
Me siento jadeante, cansado de vivir siempre en las fauces de aquello que me horripila, y mucho me temo que esto sea el comienzo de mi locura definitiva, pero vamos para adelante, nada más tonto que llorar sobre la leche aún no derramada.

No hay comentarios.: