NENÉ

Ocho horas diarias de lunes a viernes, té con criollitas y un vidrio escupido. Siete años de atención al público te quitaron casi todo vestigio de humanidad, la buena humanidad y la otra.
No eras fea, Nené, cuando entraste. Con el tiempo vinieron las várices, el saco de lana con botones, el cigarro, los anteojos baratos, las mencionadas galletas secas. Y se fueron los chistes al pasar, las miradas a los ojos, las salidas con los compañeros y el sol.
Antes todavía hacías algún comentario lleno de envidia y amargura, ahora ni eso.
Nené, deseo más que nada en este mundo tener el poder de contar hasta tres y lograr que te despiertes siete años atrás y te olvides de todo. Quisiera que fuese ahora, mientras te acercás a mi escritorio arrastrando los pies y con esas carpetas bajo el brazo.

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