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Su nombre es Enrique, pero todos lo conocen como Edemil de la época en que vagaba por las calles en harapos, juntando papeles sucios y proclamándolos al toque billetes de mil. También hacía caca en los cascos encadenados a las ruedas de las motos. Siete años le duró el raye. Después, el reconocimiento como personaje cult urbano, convertirse en panelista de TV, el dinero, la cresta de la ola, el vacío…
Todos los martes y jueves, Edemil toma sus entrañas con una mano y las desparrama (cuidadosamente, las más de las veces) sobre el diván de Mónica, su analista. Todo rincón oscuro y cada húmedo doblez se convierten en llanura desnuda. Froid y Pezón Riviere (debidamente enmarcados y duros, como corresponde) se miran y se muerden el labio inferior varias veces durante cada sesión.
-¿Ve esa manchita ahi? –dice, sentado en la ventana y señalando algún punto de las vísceras.
-No, ¿adónde?
-Ahi, al lado del páncreas.
-Aaaah, sí, del páncreas.
-Es cuando mi viejo me surtía.
-Ajá… Bueno, Enrique, vamos juntando que son menos diez. No se olvide nada, ¿eh? ¿Nos vemos el jueves?
-Sí. Tome, los mil pesos de hoy.
-Enrique…

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