YO, SAMARITANO

-Señor, una ayuda, hoy no comí nada…
Metí la mano en el bolsillo y sin mucho disimulo aparté los billetes y las monedas grandes.
-Mire, no es mucho pero…
Solté las tres monedas en la mano inmunda del hombre, con el cuidado suficiente para no dejarlas caer y para no tocarlo. Él ya miraba alrededor en busca de un mejor samaritano, cierto de haber gastado su pastosa saliva casi en vano. Yo me alejé pensando si se lo iba a gastar en vino.

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