DON REGIO

Era obligación de sus súbditos, pobres en su totalidad, donar en vida un centímetro cuadrado de su propia piel, que los bisturís del Estado recortaban en forma de lágrima, justo al lado cada ojo derecho. Los pedazos de populacho se esterilizaban durante cuatro días y cuatro noches y se cosían con hilos de oro y platino hasta formar una suntuosa capa de tres metros de largo. Una vez por semana, Don Regio posaba para los fotógrafos oficiales, cubierto únicamente con tal traje y mordiendo pan sueco con caviar.
La población juntaba lo poco que tenía para comprar cada número de la revista e intentar reconocer en el papel couché el recorte de la propia piel o la de algún familiar o vecino, tal vez una forma de tener de vuelta el centímetro vacío.
Al principio, el Estado daba un pebete, un mate cocido y un pañuelo con agua oxigenada para aliviar el trauma. Después, una extensa campaña publicitaria acabó con los alicientes y la donación pasó a ser simplemente un acto de patriotismo puro.
Don Regio nunca usaba dos veces el mismo tapado: los metales preciosos eran separados y el resto era incinerado después de cada sesión y vendido en el mercado negro como cenizina, una especie de cocaína oscura muy popular en los estratos más bajos de la sociedad, usada para curar el hambre, la sed y el cansancio general.

No hay comentarios.: