PUNGA BUENO, RATI MALO

Yo soy Pablo, 27 años, punguista. Lo que les voy a contar nos pasó en un colectivo de la línea 193. Yo estaba haciendo algunas billeteras para pagar la pensión, hasta que después de un veloz giro me di vuelta rápidamente y nos vimos cara a cara, nuestros alientos se cruzaron y me dio la voz de alto. Me apuntó con el arma y se la saqué de una patada, nos agarramos y nos revolcamos por el piso de goma ante el horror de los pasajeros. Me llenó la cara de dedos. Entre bife y bife pude anotar mi teléfono en el boleto y se lo dejé en lo que le restaba del bolsillo de la camisa.
Hace tres años que estamos juntados; por una estúpida ley de la Naturaleza no podemos tener hijos pero adoptamos un gatito medio siamés. Nunca hablamos de nuestro trabajo. Lo único que arreglamos todas las mañanas, sin falta, es donde vamos a movernos ese día. Si a él lo ponen en Caballito, yo me voy a Liniers, si le toca en Palermo, hago Parque Patricios.
Ahora sólo le robo a individuos que parecen tener un buen pasar, pero no para facturar más, sino porque desde que el amor llegó a mí siento que quiero devolverle a la vida un poco de todo lo bueno que me dio. El primer lunes de cada mes junto cuatro o cinco billeteras y las meto disimuladamente en bolsillos de trabajadores humildes, jubilados con camperas raídas, amas de casa portando magras bolsas del mercado… Si mis amigos se enteraran, me echarían del grupo por traidor.
Esteban sigue ocultando mis actividades, aunque a veces lo veo preocupado, sentado en la cocina acariciando el escudito de la gorra antes de salir a la calle, tomando su mate muy seriamente. Él también se la juega.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sua prosa está cada vez mais brilhante. Parabéns! Moacyr (www.amalgamar.com.br/blog)

Anónimo dijo...

Lucido, entretenido y gracioso... puede dar un buen cuento!